No encuentro ninguna prueba seria de que Dios exista
Alimenta tu fe con razones, pero sosténla con amor.
Dios no se entiende, se ama
El hombre llegó a la parroquia un poco a disgusto, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
Llevaba días dándole vueltas a todo, como quien se rasca una herida que no termina de cicatrizar, y por fin se había animado a hablar con el sacerdote.
Se sentaron uno frente al otro. El despacho olía a madera vieja y café recalentado, a conversaciones que se habían repetido durante décadas. Él no esperó invitación para hablar.
—Padre, fui criado católico. Misa, sacramentos, todo el ritual. Pero últimamente he estado leyendo mucha filosofía. Y sinceramente, no encuentro ninguna prueba seria de que Dios exista.
El sacerdote lo miró con calma, sin prisa, como quien conoce el territorio de esas preguntas desde hace tiempo.
—He leído a Russell, a Feuerbach, a Sartre —continuó con la urgencia de quien necesita vaciar su cabeza—. Todos coinciden: Dios es un invento humano. Y la verdad, tiene sentido lógico.
Silencio. El sacerdote no discutió, no se defendió. Solo dijo:
—La filosofía tiene su camino. Y la ciencia también. Pero la teología… la teología parte de otros principios. ¿Te puedo compartir algo que dijo San Agustín?
El hombre asintió, algo escéptico pero curioso.
—”Si lo entiendes, no es Dios.”
El otro soltó una pequeña risa, casi de incredulidad.
—Esa es una salida fácil —dijo—. Lo real se puede explicar. Si no se puede explicar, no existe.
Entonces el sacerdote cambió de tono, como quien decide tomar un sendero diferente:
—¿Estás casado?
—Sí —respondió, sin entender el giro de la conversación.
—¿Entiendes a tu esposa?
Levantó las cejas. Dudó si estaba siendo sarcástico.
—No me malinterpretes —dijo el padre con una sonrisa genuina—. No lo digo en sentido misógino. Me refiero a si la comprendes por completo. Sus emociones, sus reacciones, la manera en que ve el mundo.
—No, claro que no. A veces ni yo mismo me entiendo.
—¿Y aún así la amas?
—Sí. Por supuesto.
—¿Y por qué la sigues eligiendo, incluso cuando no la entiendes?
El hombre no respondió inmediatamente. Bajó la mirada. Algo dentro de él se aflojó un poco, como cuando se suelta un nudo que llevaba tiempo apretado.
—Así es la relación con Dios —concluyó el sacerdote con voz suave—. No es un concepto que se entiende desde afuera. Es un amor que se elige desde adentro. Y que se vuelve a elegir cada día. Nuestra fe no es irracional, tiene muchas razones. Pero no nace de entender todo… nace del amor, de permitir que Él nos ame primero.
El misterio como invitación, no como obstáculo
Vivimos en una época que exige pruebas, razones, demostraciones inmediatas. Pero hay realidades esenciales de la vida que no se pueden demostrar como se demuestra un teorema: el amor, la belleza, el perdón, la esperanza… y Dios.
No porque sean menos reales, sino porque pertenecen a una dimensión de la realidad que se revela solo a quien se abre a recibirla.
La fe no es un acto de lógica pura, es un acto de confianza radical. Como el amor verdadero, no exige entenderlo todo, sino permanecer incluso cuando no se entiende.
“Aunque no lo veáis, vosotros lo amáis; creyendo en Él, os alegráis con un gozo indescriptible” (Primera carta de San Pedro 1, 8).
Es la paradoja del corazón humano: podemos amar lo que no comprendemos completamente, y ese amor se convierte en una forma de conocimiento más profunda que cualquier análisis.
Dios no se nos da como un concepto abstracto para ser analizado, sino como una Persona viva que nos ama y nos llama por nuestro nombre.
“Con amor eterno te he amado, por eso he reservado gracia para ti” (Jeremías 31, 3). Y aunque a veces nos parezca lejano o incomprensible, “el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (Primera carta de San Juan 4, 7).
El amor se convierte en órgano de conocimiento, en una manera de tocar la realidad divina con todo nuestro ser.
Caminos para abrazar el misterio divino
Abraza el misterio como quien abraza a un amigo. No todo en la vida se puede entender, controlar o explicar. Pero se puede amar, cuidar, confiar.
Haz espacio en tu corazón para lo que no se puede etiquetar con la mente, pero sí se puede recibir con el alma abierta.
Comienza por el amor, no por la comprensión. No necesitas tener todas las respuestas para acercarte a Dios. Empieza por elegirlo cada día, como quien elige a un amigo querido aunque no lo entienda del todo. La relación precede a la comprensión, y a menudo la hace posible.
Alimenta tu fe con razones, pero sosténla con amor. Lee, pregunta, reflexiona, busca. Pero no olvides que la fe madura no por acumular respuestas, sino por vivir la relación.
Es en el encuentro personal donde las dudas se transforman en preguntas fecundas, y las preguntas en invitaciones a ir más profundo.
Frase para meditar
Dios no se entiende desde fuera. Se conoce desde dentro, cuando decides amarlo primero.
Y descubres que Él ya te estaba amando desde antes de que comenzaras a buscarlo.


