A Susana siempre le costaba elegir. En el menú del restaurante, en los catálogos de viaje, en los pasos de su carrera... Le parecía que decidir era cerrar puertas, renunciar a lo que podría ser.
"¿Y si me arrepiento después?", pensaba. Así pasaron los años. Vio a sus amigas mudarse de país, casarse, cambiar de rumbo profesional. Ella seguía ahí, en la misma ciudad, el mismo trabajo, las mismas dudas.
Un día, su madre —con quien siempre hablaba de todo— le dijo con suavidad mientras lavaban platos:
—Hija, tú crees que no elegir te protege, pero en realidad te está dejando afuera de la vida.
Susana se quedó en silencio. Sintió que algo se quebraba por dentro, no por dolor, sino por verdad.
Aquella noche no durmió bien. Pero al amanecer, sin pensarlo demasiado, compró un boleto de avión. Era el inicio de algo. Lo demás se iría aclarando en el camino.
Dedicidir para vivir
A veces podemos pensar que la decisión perfecta existe, y entonces pasamos la vida esperando estar "seguros". Pero muchas veces, lo único que necesitamos es dar un paso adelante.
Dudar no es malo. Pero vivir atrapados en la duda nos roba la vida. Postergar indefinidamente una elección es, en el fondo, una forma sutil de miedo: a equivocarnos, a perder, a sufrir.
Como si vivir fuera evitar riesgos, cuando en realidad, vivir es abrazar esos miedos con fe.
Los caminos de Dios se abren caminando. Como dice el Salmo: "Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz en mi sendero" (Salmo 119,105). No nos ilumina todo el trayecto de una vez, sino paso a paso, decisión a decisión.
Las decisiones no son finales. Son inicios. No garantizan un resultado, pero sí nos abren a las posibilidades. Y solo caminando se llega a donde Dios quiere llevarnos.
Cómo atreverte a decidir
Deja de esperar sentirte 100% seguro. A veces el corazón necesita avanzar aunque aún tiemble un poco. La fe no es ausencia de miedo, sino valor para caminar a pesar del miedo.
Haz una pequeña elección cada día. Practica decidir con cosas pequeñas: qué leer, a quién llamar, qué dejar ir. Los músculos de la decisión se fortalecen con el ejercicio diario.
Piensa en lo que ganarás, no solo en lo que podrías perder. Enfócate en las posibilidades que se abren, no en las que se cierran.
Habla con alguien que te conozca y te quiera bien. La claridad crece cuando alguien te escucha sin juzgar. A veces necesitamos ojos externos para ver lo que nosotros no podemos.
Una reflexión para llevarte
Dios guía nuestros pasos, no cuando nos quedamos quietos, sino cuando comenzamos a andar.
Que gusto leer este post ... para nosotros Amar es una decisión, es una constante en nuestra vida como esposos, decisiones concretas, cotidianas, en gestos sencillos que construyen nuestra relación.
Padre gracias por estos espacios que nos ayudan a caminar juntos como esposos